Este año ha sido el de los Adrianes, ¡nada menos que cuatro! Y claro, en el estudio tuvimos que apuntar detrás de cada nombre el de la madre para no liarnos con álbumes, sesiones y galerías. 😅

Con Adrián (el de Silvia, jeje) y su familia trabajábamos por primera vez, pero con su mami Silvia fue como si nos conociéramos de siempre. Desde la primera llamada hubo una conexión que hizo que todo fluyera con facilidad: agendar, elegir localización y mover la sesión casi de un día para otro… ¡porque se avecinaba lluvia!

Y esque este año ha sido complicado. El clima nos lo ha puesto difícil para cuadrar tantas comuniones, ¡y Adrián fue uno de esos casos! Pero Silvia, súper pendiente de AEMET desde días antes, nos avisó a tiempo y reprogramamos la sesión. El día en que íbamos a hacerla llovió a cántaros, pero la adelantamos y nos regaló un sol de primavera radiante.

Eligieron Granadilla como escenario porque querían fotos con arquitectura, y fue todo un acierto. Adrián, que venía con un puntito tímido, no tardó en sacar su lado más natural. Y si la cosa se relajó tan rápido fue porque su hermana Mara se lo puso muy fácil: divertida, espontánea y siempre dispuesta a salir en todas las fotos. De hecho, sus papis bromeaban con poner en la caja del álbum “Adrián y Mara”. 😄

En un año en el que cuadrar agendas ha sido casi misión imposible, trabajar con familias tan colaboradoras, cercanas y agradecidas ha sido un regalo. Esta sesión nos recuerda que, cuando todo fluye con cariño y confianza, el resultado no puede ser otro que imágenes preciosas y recuerdos imborrables.